domingo, 11 de abril de 2010

Wedding crashers

Sábado a la noche. Decido abandonar por un rato la misantropía y ver, después de más de dos semanas, a mis amigas. Van a salir. Las ganas de recuperar cierta vitalidad son mayores que las de refugiarme en mi ostracismo. Voy. ¿Plan? Un cumpleaños de un X (léase: masculino con quien una amiga salió una vez hace un año) Vamos. Gente ortivada, de esa que ni saluda aunque entres y les estés diciendo hola. Grupitos varios con cara de aburrimiento, y un clima de aislamiento entre todos. Duramos 20 minutos, en los que tomamos todo lo que pudimos, animamos la fiestita, y partimos, papelón incluido (léase: amiga se pone a mear en la calle, enfrente de una camioneta cuyas luces se encienden mientras ella está todavía expulsando un chorro. salta en culo, se pone la tanga mientras corremos riendo hacia el auto)
Una dice: un amigo me dijo de una fiesta en el Palacio Sans Souci. Vamos. Entramos sin problemas. El lugar es alucinante. Entramos, gente de largo y traje. Mesas vestidas. Nos adentramos en el salón de baile: una novia. ok. estamos en un casorio. ¿Qué otra cosa cabía por hacer? Tomamos todo lo que quisimos de la barra (gracias por el Jack Daniels), bailamos desaforadamente, incluso dejamos las carteras en el guardarropas. Nos hicimos amigas de un grupito de simpáticos que hasta nos convidaron porro, convenientemente fumado cerca de una fuente alejada por los jardines. Bajoneamos salvajemente en la mesa de postres, le pedíamos constantemente al fotógrafo que nos saque fotos, sacamos las tiritas de la torta. Y, básicamente, me reí como nunca, mientras una mina miraba entre desconcertada e indignada mis chatitas negras super informales, o cuando yo le decía a una de mis amigas, que llevaba puesto un vestido blanco, "sos una garca, pobre la novia".

No hay comentarios: