Yo creo que antes, cuando todo era una
mierda, éramos felices. Como que éramos felices en la infelicidad. Y ahora, es
todo igual. Bueno, no. Hay veces que cogés, o te reís mucho, hasta que te duele
la panza, y parece que la vida es genial. Pero eso dura… ¿cuánto? Te duchás, se
te va el olor a sexo, prendés la tele o chequeás el mail, y se te va.
martes, 29 de mayo de 2012
domingo, 27 de mayo de 2012
Quiero de nuevo primavera
¿Cómo vivirán los otros? Ponele, esos íntimos mios que se ponen incómodos cuando nombro a mamá o menciono los intentos de suicidio. ¿Cómo piensan? ¿Cómo digieren las cosas que les hacen mal para seguir viviendo?
lunes, 21 de mayo de 2012
Celina dejó el libro. Tenía un mensaje de
texto. Sonrió antes de verlo, seguro era Fritus, borracho de nuevo. Miró el
celular y no… Era Solvieg Terrestre. “Atendeme o me suicido”. Estalló, Celina
estalló de risa y se tiró un pedo. Corriendo, salió del cuarto, buscando a
Lucía.
-
Nah,
que genialidad.
-
Sí
sí, se superó a sí misma.
-
Che,
¿ayer al final que hiciste?
-
Vino
Fer y fuimos al taller de exnovios. Venía todo muy bien hasta que de improvisto
me metió el peine ese, ¿te acordás?, mi peine de cuando era chiquita, ese rosa
con corazoncitos, se lo pedí y me lo trajo, ¡pero en el medio del taller me lo
metió en el culo!
-
¡Qué
horror!
-
No,
si me encantó. El problema fue que no me entraba bien, y Fer se frustró. Lo
sintió como… una ofensa a su hombría. Yo que sé… nunca voy a entender a los
hombres. Encima sabés que siempre le molestó que yo tuviera labios carnudos,
eréctiles…
-
Che…
y a Solvieg Terrestre ¿qué le vas a responder?
-
Ahhh
cierto… Emmm… No sé. Después veo.
-
Ahh…
-
Che,
qué día tan gris. ¿Hacemos algo?
-
Sí,
pero no se me ocurre nada.
-
No,
a mi tampoco.
-
Y
mañana es lunes, de nuevo.
-
Sí.
-
¿Y
si llamamos a la guardia? Digo… así paseamos un poco. Siempre quise viajar en
ambulancia.
-
¿Por
Solvieg Terrestre lo decís?
-
Claro,
boluda.
-
Y
sí… Si no tengo un mango, no se me ocurre nada mejor que hacer.
-
Bueno,
pero llamá vos, que a mí me da vergüenza.
-
¡Pero
qué pelotuda que sos!
-
Dale,
no seas así.
-
Bueno,
llamo. ¿Pero qué les digo?
-
La
verdad: que tu vieja se quiere matar.
-
¿Así
se los digo? ¿No suena medio chocante? ¿Medio frío?
-
Pero
qué mierda te importa cómo suene. ¡Lo importante es que manden a la ambulancia!
-
¡Pero
mirá si justo llega antes que nosotras!
-
Pero
sos pelotuda eh!!! Eso no va a pasar. ¿Sabés lo que tarda una ambulancia en
llegar?
-
Sí,
tenés razón. Che, antes de llamar, ¿te acordás cuántas calorías tiene un litro
de cerveza?
-
Creo
que 2.000.
-
Igual
ayer yo tomé la mitad, medio litro, creo. Más esa ensalada y el yogur, ponele
que serán… 1.500 calorías. La puta madre, un montón.
-
Sí,
sos una gorda hija de puta.
-
Callate
vos, pelotuda.
-
¡Vos!
¡Frígida de mierda!
-
Ninguna
frígida, no es mi culpa si mi pito no me deja acabar. Es como que se mete en el
medio de mi clítoris.
-
¡Qué
asco!
-
Asquerosa
vos.
-
Dale!
Llamá!
-
Bueno,
ahí llamo.
martes, 1 de mayo de 2012
La única salida, este fin de semana largo, de cuatro días que recién se hicieron tediosos hoy, martes, la única salida de mi departamento fue para ir a un velorio. No, en serio, tengo 27 años. Sí.
Me doy cuenta de que fue intenso, de que solo hubo besos y aún así, fue intenso. Porque extraño su respiración. No como metáfora: extraño que respiraba fuerte; un día le pregunté por qué, y me contó cómo le habían roto el tabique. Y él respira así, con ruido, y habla de una manera heterogénea, que no puedo clasificar de cheta, ni del campo, ni culta, ni ieva. Habla mezclándolas todas.
Y siento que debería contar todo lo que pasó con mi ex, del que tanto trató este blog, lo que pasó con él en diciembre, cuando nos volvimos a ver y él me declaró su amor y me escribió los mails más lindos del mundo y me salvó cuando casi me vuelvo loca, me abismo, y dormimos juntos, no, mentira, cogimos y él después se fue, y quiso que nos volviesemos a ver, pero yo preferí no hacerlo. Y leí, hace poco, que uno se da cuenta que superó a alguien recién cuando está metido en otro quilombo insuperable, y por eso, hoy no quiero hablar de mi ex, quiero hablar de él, con quien no dormimos juntos, va, mentira, sí dormimos juntos, abrazados, pero no cogimos.
Y extraño, porque hace un mes que no lo veo ni nos hablamos, extraño su respiración y su voz y las cosas que ella transportaba. Él es una mezcla, rara, y toda para afuera, exteriorizada. Él es medio alcohólico, pero ahora está mejor. Él sabe lo que es el dolor, y también como enfrentarlo con alegría. Él compartía cada segundo conmigo, y a veces me sofocaba.
Todo empezó con pequeños indicios, como aquel día que, en su campo, de viaje con varios amigos y cuasi-desconocidos en aquella época -como él-, los dos nos sentamos en el mismo sillón e improvisamos una canción que devino "Heroína". Después, mucho tiempo después, él me confesaría que en ese viaje fue cuando, también, me notó. Exactamente cuando con su amigo discutimos acerca de una teorización algo precaria que, para resumir, consistía en trasladar cierto darwinismo mal entendido a estructuras sociales. O el día que noté que tenía las manos muy parecidas a las de mi ex, y no pude dejar de mirarlo durante toda la noche. O en Tandil, cuando completamente devastado por el alcohol, quiso dormir conmigo y se impuso violentamente y me asusté. O cuando empezamos a hablar todos los días. O cuando me miraba de una manera imposible de ignorar.
Y después de vueltas, de un "no" de su parte, de un "no" de la mía, cuando todo parecía avanzar dulce y amablemente, el pánico se apoderó de mí porque, me di cuenta cuando una amiga me llamó para contarme de una traición de su novio, que "eso", ese sentimiento de desesperación y dolor, eso que cuando estás con alguien pasa, inevitablemente, pero con distinta intensidad -dependiendo del momento y de las causas-... que yo no estaba dispuesta a tolerar "eso". Y que ese domingo, después de ese viernes cuando por primera vez hubo algo del orden del amor, ese domingo cuando no me llamó, ese domingo cuando entendí que con él todo iba a ser así siempre, que esa dosificación en partes iguales de adrenalina y decepción no iba a terminar, ese domingo mientras venía gente a festejar mi cumpleaños con un té con tanta comida de más, ese domingo, mientras oía las conversaciones como mediadas por una pared, a la distancia, ese domingo, con el estómago cerrado, decidí temrinarlo todo.
Ahora puedo extrañarlo, desde la seguridad de mi cama y la certeza de haberme mandado una cagada tal que ya no se me volverá a acercar.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)