miércoles, 5 de mayo de 2010

memento mori

mañana después de meses de estéril y débil busqueda laboral tengo una entrevista. pero no tengo ganas ni de ir, ni de caretear que me acuerdo las tenses, ni de hacer como que tengo experiencia laboral lidiando con engendros del tipo de los que hoy me tocó, didáctica espezial mediante, "observar". Y es que ayer estaba ya un poco agotada del largo viaje hacia unidad coronaria en vistas de visitar a mi abuela, que, ahora, espera a ser intervenida con un bypass. y ya a la quinta internación mi consternación es bastante menor. hay ceños fruncidos quizás. pero acepto (me engaño) la finitud de la vida. puede morirse hoy o no. pero va a morirse. pero salgo del hospital y recibo una llamada que me anoticia de que la mejor amiga de una de mis mejores amigas se murió. ella, de 27 años. no mi abuela.
y entremedio de llantos a los que me propuse consolar, una voz muy ahogada me decía tenemos que ser felices. chicas, sean felices. y en uno de esos momentos en que la vida se hace extraña, en que la realidad de que todos los que van en este bondi se van a morir. esa vieja, ese bebe, ese nene, yo, en esos raros y contundentes momentos en que esa certeza no sólo se presentifica, sino que también se hace carne, se siente, recorre el cuerpo, yo también concluyo dejate de joder con estos meses de limes al pedo. life´s too short, etc. pero al día siguiente sé que no lo puedo sostener porque la presión de tener que ser feliz me agobia. y también porque me acuerdo de ella, y de mi amiga, y eso me da mucha tristeza. y también porque siento que me victimizo y que ese es el pecado capital número uno, eso es lo que hace la escoria de la humanidad y mi mamá, y los gestos que admiro, esos de los que me quiero apropiar son todo lo contrario.
y entonces mañana tengo una entrevista pero no tengo ganas de venderme. no tengo energías ni para bajar a imprimir mi cv o asegurarme de conseguir zapatos que no sean mis all stars rotosas. (pienso mientras escribo: va a ser una entrevista interesante, eso seguro.)
y me angustia sentir que no se puede hablar de la muerte. que hay que escaparla, que es como una peste. que si me preguntan cómo ando no tienen ganas de enterarse que habemus mortem.
y me sofoca el peso de lo definitivo. del nunca más.

2 comentarios:

querés melón? dijo...

Pensás demasiado.

Anónimo dijo...

Hoy, precisamente hace unas horas, hablé de lo que decís como última frase: a mí lo que me sugiere la muerte, como asociación instantánea, es el "nunca más", exactamente así. Eso me pasó con la muerte de mi viejo: lo que me taladraba la cabeza todo el tiempo era el "y pensar que nunca más lo voy a ver", "y pensar que nunca más voy a quejarme por las cosas que obsesivamente acumulaba", "y pensar que ya no vamos a tener discusiones con tal tema", "y pensar que nunca más su bicicleta va a estar apoyada en el pasillo", y así, desde lo más complejo a la nimiedad más absoluta. "Y pensar que...". SI fuera tan fácil como poder elegir no pensar demasiado...
Me siento tan identificada con tanto de lo que escribís (no sé si con tu historia en sí -en parte, hay cosas muy parecidas-, o con el cómo la contás).