sábado, 28 de noviembre de 2009

Una mujer atrás de un vidrio empañado

Uno de esos momentos en los que verdaderamente me siento sola es aquel cuando vuelvo de rendir o entregar un parcial en puan. Al subirme al bondi se presentifica una ausencia: la alegría de poder al fin ver a alguien, hacer algo con alguien, divertirme con alguien, coger con alguien, no está. Mejor no hablar de ciertas cosas... Me pongo los headphones y play a alguna canción de Biolay que sea lo suficientemente pop como para darme la energía necesaria para llegar a casa -ese viaje de casi 2 horas-, pero que, a la vez, sea lo suficientemente melanco como para acompañarme en ese estado, aquel en el que mirar por la ventana del bondi y tener ganas de llorar parece tan poético.

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