miércoles, 14 de julio de 2010

Girl interrupted II

Cuando mi familia tiene una de estas crisis de locura y pánico en zona norte, suelo desaparecer. Cuando estoy bien no lo entiendo, pero ahora quizás sea un buen momento para escribirlo y, en días, semanas, o meses, cuándo sea que vuelva a sentirme no-perturbada, podré leerlo e intentar comprenderlo.

Pasa que el infierno se lleva, ineludiblemente, por dentro. Y que uno está a 5 cm del piso y le pasan cosas como olvidarse de mirar a ambos lados antes de cruzar la calle y hasta no tener voluntad ni para bañarse. Entonces es cuando la necesidad imperiosa de reach out and touch faith se hace presente. Y necesito hablar con alguien de lo que sucede, y que me entienda o, al menos, me de un abrazo y me diga, me mienta, me asegure que todo va a estar bien. O, en todo caso, que se quede callado, pero sin poner cara de lástima. Sucede que esto es muy difícil de hacer. Lo sé por experiencia.

Sin embargo, si soy indulgente con mis tendencias al ostracismo, la depresión es un horizonte cada vez más cercano, y trillado, y aburrido ya. Pero obligarme a salir me plantea el dilema de tener que fingir: el infierno se lleva adentro, ineludiblemente, y la intolerancia para con los dramas de sitcoms es casi nula, y la capacidad para reirse casi no se vislumbra, y la necesidad de contar lo que me pasa es muy grande. Usar esa máscara de no pasa nada o un genérico "lo de siempre, quilombos familiares" dista de ser una descripción definida.

A pesar de toda esta load of shit, creo que la estoy llevando bastante bien. Que mantuve la compostura, que no me dejé arrastrar por el drama, que terminé el parcial igual y me estoy dedicando a resolver esa to do list gigante. Trato de no pensar demasiado en cómo estará ella, porque no sirve demasiado para nada más que la preocupación y la self y ajena pitty. Trato de no pensar demasiado en el futuro, en cómo le va a afectar una internación a los 18 años, en el odio que debe cargar consigo, en los límites de la ayuda del prójimo (es decir, la mía), en las posibilidades de que sea como papá, bipolar, en el miedo de que esto termine mal, muy mal.

Para combatir la acedia: me llené la semana de encuentros con amigos, planes hiperproductivos tales como limpiar el dpto. donde acaeció el "ataque de nervios" de la enana de mierda, organizar por orden alfabético mi biblioteca, ir 2 veces por semana (esta semana) a ver a mi psico-loca, renovar mi registro, y leer mucho.


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