martes, 1 de mayo de 2012

La única salida, este fin de semana largo, de cuatro días que recién se hicieron tediosos hoy, martes, la única salida de mi departamento fue para ir a un velorio. No, en serio, tengo 27 años. Sí.

Me doy cuenta de que fue intenso, de que solo hubo besos y aún así, fue intenso. Porque extraño su respiración. No como metáfora: extraño que respiraba fuerte; un día le pregunté por qué, y me contó cómo le habían roto el tabique. Y él respira así, con ruido, y habla de una manera heterogénea, que no puedo clasificar de cheta, ni del campo, ni culta, ni ieva. Habla mezclándolas todas.

Y siento que debería contar todo lo que pasó con mi ex, del que tanto trató este blog, lo que pasó con él en diciembre, cuando nos volvimos a ver y él me declaró su amor y me escribió los mails más lindos del mundo y me salvó cuando casi me vuelvo loca, me abismo, y dormimos juntos, no, mentira, cogimos y él después se fue, y quiso que nos volviesemos a ver, pero yo preferí no hacerlo. Y leí, hace poco, que uno se da cuenta que superó a alguien recién cuando está metido en otro quilombo insuperable, y por eso, hoy no quiero hablar de mi ex, quiero hablar de él, con quien no dormimos juntos, va, mentira, sí dormimos juntos, abrazados, pero no cogimos.

Y extraño, porque hace un mes que no lo veo ni nos hablamos, extraño su respiración y su voz y las cosas que ella transportaba. Él es una mezcla, rara, y toda para afuera, exteriorizada. Él es medio alcohólico, pero ahora está mejor. Él sabe lo que es el dolor, y también como enfrentarlo con alegría. Él compartía cada segundo conmigo, y a veces me sofocaba.

Todo empezó con pequeños indicios, como aquel día que, en su campo, de viaje con varios amigos y cuasi-desconocidos en aquella época -como él-, los dos nos sentamos en el mismo sillón e improvisamos una canción que devino "Heroína". Después, mucho tiempo después, él me confesaría que en ese viaje fue cuando, también, me notó. Exactamente cuando con su amigo discutimos acerca de una teorización algo precaria que, para resumir, consistía en trasladar cierto darwinismo mal entendido a estructuras sociales. O el día que noté que tenía las manos muy parecidas a las de mi ex, y no pude dejar de mirarlo durante toda la noche. O en Tandil, cuando completamente devastado por el alcohol, quiso dormir conmigo y se impuso violentamente y me asusté. O cuando empezamos a hablar todos los días. O cuando me miraba de una manera imposible de ignorar.

Y después de vueltas, de un "no" de su parte, de un "no" de la mía, cuando todo parecía avanzar dulce y amablemente, el pánico se apoderó de mí porque, me di cuenta cuando una amiga me llamó para contarme de una traición de su novio, que "eso", ese sentimiento de desesperación y dolor, eso que cuando estás con alguien pasa, inevitablemente, pero con distinta intensidad -dependiendo del momento y de las causas-... que yo no estaba dispuesta a tolerar  "eso". Y que ese domingo, después de ese viernes cuando por primera vez hubo algo del orden del amor, ese domingo cuando no me llamó, ese domingo cuando entendí que con él todo iba a ser así siempre, que esa dosificación en partes iguales de adrenalina y decepción no iba a terminar, ese domingo mientras venía gente a festejar mi cumpleaños con un té con tanta comida de más, ese domingo, mientras oía las conversaciones como mediadas por una pared, a la distancia, ese domingo, con el estómago cerrado, decidí temrinarlo todo.

Ahora puedo extrañarlo, desde la seguridad de mi cama y la certeza de haberme mandado una cagada tal que ya no se me volverá a acercar.

No hay comentarios: