viernes, 12 de mayo de 2017

Me da escalofríos: de verdad, me había vuelto a olvidar de la existencia de este blog y hoy, de repente, me acordé. Y no sé cómo me pasó lo mismo con la dirección, el mail, la clave. Y pude entrar. Veo la fecha de la última entrada y es de hace dos años atrás, casi justo. La podría haber escrito hoy casi entera. Coincidencias y viajes en el tiempo, te quiero Levrero.

Estoy como en un trance de pasado. En un par de meses me voy del país a hacer una maestría. En mi trabajo, hace meses la paso mal porque dos psiquiátricas asumieron la dirección. Todo se embraveció hace poco, y desde entonces tengo pesadillas que sé que tienen una verdad muy densa y rotunda sobre mi vida. Ayer soñé con papá. Soñé con el papá que una vez tuve, y que hoy es otro. Me había olvidado de ese papá.

Ahora que me rodea la maternidad de muchas amigas y compañeras de trabajo, siento que empiezo a completar el rompecabezas de mi historia desde el otro lado. Cómo habrá sido ser niña, y cómo habrá sido ser la hija de dos padres con enfermedades psiquiátricas. Recién con el sueño de ayer creo que al fin entendí algo, como si me hubiera podido dar cuenta de algo, obvio, que me parece completamente revelador. En mi sueño papá tenía un brote. Estábamos en su casa, la que fue de mi abuela y en donde vive hoy, y de repente empezaba a decir cosas que me costaba entender. Se exaltaba. Sus ojos se ponían rojos. Una furia incontrolable, desmesurada, incomprensible marcaba cada uno de sus movimientos. Yo tenia un miedo paralizante.

Cuando me desperté estaba muy angustiada. Agarré el celular y al rato leí una nota a la hija de Etchecolatz. Hablaba del monstruo que es su padre y me largué a llorar desconsolada.

A la tarde fui a mi médico clínico. No iba desde 2011. Le conté de la maestría y le pedí que me firmara un formulario médico para la visa. Siempre fue parco. Le pregunté si se acordaba de mí y me dijo que sí, y de mis 3 hermanas y madre también. "¿Cómo está ella?". Le mentí, como hago siempre que me preguntan. Bien. Me contó que ella lo había buscado para pedirle ayuda hace poco y que él la había contactado con alguien. Insistió: "¿cómo está?" Volví a mentir: "está mejor, pero bien no va a estar nunca". Sonrisa incómoda.

Hace mucho  no sentía culpa y creo que él no me juzgó, pero me vi de afuera un rato y me dolió estar salvándome, estar yéndome a hacer mi vida, y que ella se quede acá. Loca.

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