lunes, 26 de julio de 2010

26

Algún día tendré que contar de la maldición del día 26. Técnicamente no es una maldición. Surgió, en realidad, en enero, a partir de una serie de eventos azarosos que pusieron en abismo al mismo azar. Entonces, el 26 parecía estar asociado a la suerte. Pero para mí tiene el magnetismo de algo misterioso y, por lo tanto, no importa si buena o mala suerte, siempre algo extraño trae consigo. Durante todo este año se presentó, en mí, en forma de un peculiar y agudo malestar, de cuya causa caigo en la cuenta recién al finalizar el día, como hoy, como recién, cuando al mirar el celular sin motivo alguno y casualmente a la medianoche en punto, veo cambiar el día en la pantalla principal y entiendo, ahora sí, por qué hoy la pasé tan como el orto. 

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