viernes, 9 de julio de 2010

Eramos tan neuróticos...

Cogía con Fogwill. Yo, arriba. Estaba bueno, pero él no se quería sacar la remera. Yo le insistía, dale Fogwill. Él, reticente, finalmente accedía. Yo notaba que le daba vergüenza su pecho: estaba arrugado, evidenciaba su vejez.
No me llevó demasiado análisis notar el oxímoron estructurante del sueño: una actitud típicamente adolescente femenina, ese pudor propio de la iniciación sexual, ese no-querer-mostrar su cuerpo, con una causa antitética: la vejez. ¿Qué carajo hago soñando que me bajo a Fogwill? ¿Con qué mierda puedo asociarlo? Ni idea.
Dolor de ovarios. Dolor de ovarios. Dolor de ovarios. Y esa negación inicial que a veces me da por rehusarme a tomar algo que lo calme. Como que a veces al principio está bien recordar esto, la molestia de ser mujer estos días. No sé, masoquismo I guess.

¿Qué carajo hago soñando que me bajo a Fogwill?

Novedades del tipo: desarrollé un tic nervioso, me titila un ojo y lo guiño para que pare. OK. quizás si esté mal. (cfr. ¿Qué carajo hago soñando que me cojo a Fogwill?)

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